Libros viejos

I
Cerró mi Feria del Libro
con un poema de espanto;
como lo odio, tanto, tanto,
ni con un mes me equilibro.
Con su presencia yo vibro
entre mal humor y pena,
a mis musas encadena,
la rima se vuelve errante,
porque el verso por delante
sin luz nunca se encadena.

II
No tuvo presentación,
pues nunca habrá editoriales
que le den sus credenciales
para una reedición.
Escuché: «¡Desconexión!»,
y mi cuartilla vacía
de imágenes se cubría,
que en este símil englobo:
«Como la boca de un lobo,
la oscura noche caía».

III
Con poses de diletante
de la ciudad se adueñaba
y con prisa autografiaba
su cuento de horror punzante.
Yo, lamparita mediante,
—con su carga ya nerviosa—,
quise iluminarme en prosa:
marzo de prensa y mujer,
mas, ni queriendo querer,
logré escribir de otra cosa.

IV
Llegó y me puso a rimar:
Energás, «Felton», calderas,
microsistemas, «Guiteras»,
y tanto por reparar.
Hoy vueltos a conectar,
hay capítulos complejos,
y aun con la feria bien lejos,
para su nueva edición,
pido que hablar de apagón,
sea leer libros viejos.

Helen

Rayma Elena Hernández García (Helen)

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